Tiernos, blandos y sabrosos; los espárragos frescos, ya sean blancos o verdes, son una gran fuente de fibra, vitaminas A, B, C, E y K, y de minerales como el potasio. Por muy buena que sea la marca de conservas, el mejor momento para consumirlos es ahora, más frescos que nunca.

Los espárragos son los tallos más jóvenes de la esparraguera, una verdura alargada que destaca por su gran sabor, en especial si son trigueros. Están compuestos principalmente de agua, con una gran cantidad de proteínas, antioxidantes y fibra. ¡Perfectos para regular el tránsito!

Por si fuera poco, su gran aporte de ácido fólico y potasio ayudan a regular la presión arterial y mejora la salud cardiovascular. También es un buen aliado para mantener la línea y controlar el peso, ya que poseen un gran efecto saciante.

Existen dos grandes variedades de espárragos; por un lado, tenemos el verde, que se desarrolla gracias a los rayos del sol y se destaca por su color tan característico. Los blancos, por su parte, se cultivan bajo tierra, esto les permite conservar un gusto más suave y delicado.  Aunque su sabor varía, sus propiedades se mantienen intactas.

Como dato curioso, una de las peculiaridades de esta hortaliza es que es capaz de alterar el olor de la orina. Esta reacción se debe principalmente a uno de sus compuestos, la asparragina, un aminoácido proteico presente en los espárragos.

Consejos para cocinar espárragos frescos:

1. Preparación previa: Lávalos bien y corta la parte dura del tallo.
2. Salteados a la plancha: Con un chorrito de aceite de oliva, cocínalos durante 4 minutos para resaltar su sabor.
3. Hervidos: Sumérgelos en agua con sal durante 3 minutos para obtener una textura más tierna.
4. Al horno: A 200°C durante 10-12 minutos para un resultado dorado e intenso.
5. Al vapor: Cocinarlos entre 5 y 7 minutos para conservar mejor su sabor y propiedades.